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Mostrando entradas de noviembre, 2012

Miedo a las arañas

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Un recuerdo del pasado más allá Cuando era chica desarrollé una especie de fobia por las arañas. Todo empezó en las épocas de caramelos de menta con chocolate y bocaditos Marsh, creo que se llamaban así. Durante las vacaciones de la primaria era normal que me cambie el sueño por las noches sucesivas de juegos de cartas con té de manzanilla, o partidos de Ice Climber y Road Fighter en el Family Game. Siempre con el vicio por los dulces en el medio. Muy seguido también, alquilábamos películas en el videoclub del barrio. Eran de terror, suspenso y a veces románticas. En una de esas oportunidades, elegimos el VHS de Aracnofobia y me predispuse a mirarla con la actitud más linda de quien se mete un caramelo en la boca para poner play. Sabía que se trataba de arañas y esas cosas, pero ni por ocurrente imaginé la tripa de dimensión que tendría para mí en esa mediana infancia. Poco tiempo pasó de la historia cuando en su trama, unos hombres trasladaron desde algún lugar del Amazona

El agasajo de cocinar

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Cuando cocino nunca pruebo el plato hasta el final. Está bastante mal, ya lo sé. Sucede que tengo la extraña teoría de que siempre que los ingredientes combinen en textura y color, resultarán sabrosos o cuanto menos ricos. Se trata de lo tentativo del factor riesgo y sorpresa al que someto a los comensales y a mí. Los aromas que se evaporan desde las ollas y las imágenes que se mezclan entre las sartenes, disfrazan a la cocina como sala de juego y laboratorio de experimentación. Con todo sobre la mesada o nada en la heladera, se pone en marcha el instinto de supervivencia creativa cuando se despierta la magia que vive en el acto de cocinar(te).             Cocinar para alguien más es un acto absoluto de agasajo. Sea un lomo mostaza o tallarines con queso, durante su elaboración, la energía violeta circula desde la mano de quien produce el plato, hasta la porción donde caiga la cuchara para revolver. El estado de ánimo a la hora de cocinar influye como la luna en las mar

Los compartimentos de la mente

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La mente humana es el factor más potencial e indescifrable de las personas. Potencial por su capacidad de desarrollo, e indescifrable, por ser el "órgano" en el que hurgamos desde que empezamos a tener noción sobre la conciencia, hasta que nuestros pensamientos duran vírgenes de lo senil (o se vuelven a la más suprema de las corduras). Los compartimentos pueden dividirse en la parte pública y privada. Comprenden los pensamientos capaces de ser socializados para debatirse y, los que son tan internos y pudorosos, que trascienden cualquier barrera de lo moral y los “debería” para volverse, indefectiblemente, “incontables” en las estructuras básicas colectivas. El espacio privado de la mente es como la habitación personal de una casa compartida. Lo que suceda en ese lugar, no puede ni debería ser sometido a tribunal. Albedrío mental para decidir sobre las propias fantasías, sin rendir cuentas a ningún parámetro impuesto desde limitaciones personales, encarnadas por el